Sánchez negocia con el PNV un “Estado confederal” que rompe con España

Sánchez Urkullu
Iñigo Urkullu y Pedro Sánchez.
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

El próximo sábado el representante del PNV en la Comisión de Expertos del Parlamento Vasco, Mikel Legarda, va a presentar las bases de reforma del Estatuto de Guernica que tiene amplísimas coincidencias con el texto articulado que, a su vez, preconizan los sucesores de ETA, con Bildu. La clave de este acuerdo es una disposición adicional que reconoce tres cosas; una, el derecho a decidir del pueblo vasco; otra, la constitución del mencionado “Pueblo”(o sea, Euskal Herria) como “sujeto jurídico-político” que sustituye radicalmente a la mención de los “territorios forales” que son el núcleo del Estatuto de Guernica; finalmente, una tercera, el texto en sí, que incluye un referéndum para que el tal “Pueblo” decida, por lo pronto en Vizcaya, Alava y Guipúzcoa (veremos luego en Navarra), su relación, de igual a igual, con otro Estado: España.

Este plan ha cumplido una etapa inicial que debe completarse con otras: la toma en consideración de los textos (hay dos, el del PNV y el de Bildu con coincidencia nucleares) en el Parlamento autónomo, su aprobación en esa Cámara si ello cabe y, después su entrega a las Cortes Generales de la Nación para su tramitación, conformidad y anuencia o rechazo. Y aquí radica el problema: actualmente Sánchez está negociando con el PNV el voto para su investidura. Fuentes del PSOE, de forma mendaz e interesada, han filtrado que la gran exigencia de los nacionalistas estriba en el traspaso de las competencias penitenciarias, o sea, en el traslado, más pronto que tarde, de todos los terroristas de ETA al País Vasco. La filtración responde a una mentira procaz: lo que pretenden Ortúzar, Urkullu y Aitor Esteban es la aquiescencia de Sánchez a su proyecto de nuevo Estatuto en el que, por cierto, ha desaparecido cualquier mención a la “Comunidad Autónoma Vasca” para aplicar una nueva denominación que, curiosamente, aún no está decidida pero que se fundamental desde luego en lo dicho: la Nación Vasca como sujeto jurídico-político que, a lo más, reconoce tibiamente una relación confederal con el Estado Español.

Esto es lo que se está discutiendo y negociando ahora mismo y aquí radica el “no” o el “sí” del PNV a la investidura del aún presidente. Todo lo demás es una hojarasca falaz que disimula la pretensión exigente de los peneuvistas de aprovecharse de un individuo como Sánchez que tiene en el alero lo único que le interesa: seguir en La Moncloa. Curiosamente, el delegado del PSOE en la Comisión de Expertos antes referida, el catedrático de Derecho Constitucional Alberto Pérez, se ha mostrado disconforme con todas estas pretensiones pero su papel se acaba precisamente este próximo sábado. Él puede presumir de haber defendido votos particulares, enmiendas, a lo ya pactado de forma más o menos subrepticia entre el PNV y Bildu, pero, a lo que parece, no le van a hacer caso alguno. Es tan abusivamente independentista el texto que empieza a alumbrarse este próximo fin de semana que incluye no sólo el derecho a decidir, sino una extenuante relación de competencias exclusivas que excluyen al español de cualquier presencia en el País Vasco. Es más; si este bodrio que Sánchez, en su indigencia y ambición, negocia con el PNV llegara a aprobarse, cualquier iniciativa del estado central en aquella región necesitaría la conformidad sine qua non del Gobierno y Parlamento Vasco. Como suena.

Absortos como estamos en el desafío independentista catalán no nos estamos enterando de lo que se trama pues en la que hasta ahora se llama Comunidad Autónoma Vasca. Los seis escaños del PNV en Madrid van a valer para que, gracias a Sánchez, a su enciclopédica ignorancia y a su decisión de continuar como sea al frente del Gobierno, el País Vasco rompa de hecho cualquier vínculo con España. Sólo nos puede salvar que en el Congreso de los Diputados y también en el Senado, llegado el momento, se articule una mayoría en tono a los partidos constitucionales, excluido naturalmente el PSOE, que imposibilite esta traición inconmensurable de Sánchez. Pero el primer paso ya está dado: Sánchez propicia un Estatuto Vasco de ruptura total con España.

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